Es el mismo David Otero de siempre, pero con la chispa adicional de quien ha acabado una obra redonda. Así es 1980, un álbum que no se pretende temático, pero que está ensamblado por una especie de hilo invisible que le da todo su sentido, para convertir una buena colección de canciones en un homenaje al espíritu más divertido de los ochenta.
Jardín de flores, el single que estrenó en febrero, resume a la perfección lo que esa década significa desde el prisma de David, y no digamos su videoclip. Es el lado colorido y descarado de unos años que presenciaron la última gran revolución musical, en su caso atrapada por unos sintetizadores analógicos que presidieron la grabación del álbum. Así se publica el cuarto disco en solitario de David Otero, en la calle desde el 18 de mayo.
Lleva el álbum por título el año de nacimiento del artista madrileño, y su versión de cuando era pequeño es protagonista en los montajes fotográficos que lo acompañan. Pero no hay nostalgia en 1980, sino pasión por una época en la que la electrónica conducía a un mundo de fantasía. Por ahí salió el funk, el pop y el disco que rezuman la mayor parte de las canciones de este nuevo trabajo. Un cóctel maestro de pop luminoso y sonidos revival.
“Nos dijimos: ¿Por qué no empezar la casa por el tejado? Primero los sintes y después las bases (guitarras)”, cuenta David. Y de esos sintetizadores tan de los ochenta surgió todo lo demás. Fue un proceso que emergió en el estudio de grabación, a la hora de plasmar unas canciones que llevaban ese gen retro oculto en su ADN. Lo extrajo con ayuda de Tato Latorre, su productor de confianza, con quien ha ensamblado un trabajo que se recrea en la vertiente de neón de tres décadas atrás.
Se abre así un universo totalmente nuevo para el ex del El Canto del Loco, poniendo en valor su gran versatilidad musical y su ojo para la tendencia. Es la armonía perfecta entre los sonidos revival y el pop moderno, lo que no significa que no haya variedad en el repertorio de 1980, un disco compuesto durante octubre a noviembre de 2017 entre Madrid, Portugal y Marruecos; y grabado a caballo entre Madrid y Barcelona.
Rozalén es la gran colaboración de 1980. Se sumó al proyecto a través de su productor, Ismael Guijarro, y no le fue difícil encontrar el tema en el que quería participar, Baile, del que se enganchó a la primera escucha. En él une su peculiar voz a la de David y participa en la letra. En el disco destacan también otras canciones como Gira, magnética y alegre como pocas, o Como Ya No Estás melancólica y colorida al mismo tiempo.
El artista madrileño completa así un paso crucial en una carrera que inició como guitarrista y compositor de El Canto del Loco y que ahora se consolida con su segundo trabajo como ‘David Otero’. Previamente, bajo el sobrenombre artístico de El Pescao, lanzó trabajos como Nada lógico y Ultramar, pop refrescante con aromas marítimos y caribeños, para después debutar como David Otero en su álbum homónimo de 2017. Ahora escarba en el luminoso pop de sus primeros años de vida con este 1980 sencillamente revitalizante.
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